La pregunta ¿Qué se siente cuando descubres algo que nadie ha visto en miles de años? da cabida a muchos tipos de respuesta, unas más extravagantes y pomposas y otras más serias e informadas. Más allá de las buenas sensaciones y espectacularidad que un descubrimiento puede suponer, la labor de los investigadores de un proyecto como el nuestro requiere documentar, analizar y sopesar el contexto, naturaleza y características del hallazgo, lo que hace a veces complicado –a pesar de que parezca humanamente casi imposible– extasiarse o dejar paso a las emociones. Dicho esto, cualquier investigador/a entiende y disfruta de un hallazgo que, en la mayoría de las ocasiones, suele ser el resultado de una inversión previa de tiempo e investigación y, sobre todo, la colaboración de otras personas antes de llegar y durante el trabajo de campo.

Hoy hemos continuado con las investigaciones en el complejo de Djari. Nos interesa, sobre todo, poder acceder a la estructura subsidiaria, pero para llegar a ello necesitamos permiso del Ministerio a través de sus autoridades locales en el taftish. Para nosotros está claro que es esencial mejorar en esta campaña la documentación de la tumba, su fachada y patio; sin duda alguna, esta estructura –que en cierto modo ha pasado desapercibida para muchos que no la incluyeron en sus planos– proveerá al equipo de una mayor información sobre la tipología arquitectónica de estos complejos y las actividades rituales de los mismos. Además, en el complejo de Djari hemos apostado a uno de los avanzados trabajadores, Antar, sobre la colina, preparando un muro de seguridad y acceso al recinto de Djari que de seguro haría las delicias de los antiguos arquitectos egipcios.

En cuanto al complejo de Dagi, hoy se decidió continuar con las unidades estratigráficas reconocidas en el interior del pasillo transversal, pero en el exterior; se debe tener cuenta que en la antigüedad no existía muro de cierre entre los pilares, pero el Ministerio de Antigüedades construyó uno en esta zona para poder proteger las pinturas y evitar el libre acceso al interior. La limpieza de la parte exterior ha confirmado que cuando se construyeron los pilares de este sector (este), los arquitectos tuvieron que rellenar parte de la base con ladrillos de adobe para nivelar el espacio y ofrecer una base sólida y estable para la fachada.

Además de las labores en las tumbas de Djari y Dagi en Asasif, Miguel Ángel ha continuado con el trabajo en la cámara del sarcófago de Ipi, donde ha hallado marcas de canteros en los bloques para el sarcófago que podrían explicar el modo de construcción de esta pieza, cuyo peso aproximado es de 12 toneladas.

En cuanto al equipo de conservación, hoy Jaume y Ella han trabajado en Dagi limpiando los fragmentos pintados de muro antes de su fotografiado. Algunos de los fragmentos necesitaban de una limpieza incipiente para observar su bella iconografía y textos bajo las capas de suciedad de años. Este proceso permite a nuestras fotógrafas capturar las mejores instantáneas para estudio, charlas o publicaciones. Otros fragmentos necesitaban consolidación, que consiste en la aplicación de adhesivos finos para estabilizar las piezas con ejes frágiles en el mortero o enlucido.

En el complejo de Djari, por otro lado, Reed y Olivia han perseverado en el tema de las composiciones con base de hiba, la arcilla local. Hoy han probado tres tipos diferentes de hiba procedente de distintos lugares de la necrópolis. Como cada uno de los tipos de hiba tiene propiedades únicas, ha sido importante considerar los diversos tipos de mortero que pueden producir. Por ahora, en cualquier caso, se están centrando en un tipo de hiba para la tumba de Djari, de la que han recogido una cantidad suficiente en una zona cercana a la tumba y ya preparan a mano. Lo interesante, creemos en el proyecto, es que este proceso replica el trabajo de los antiguos artesanos y arquitectos egipcios quienes habrían buscado la fuente de este material y lo habrían preparado al modo que nosotros deseamos entender sobre los muros de la tumba hoy en día.