Deir el-Bahari

El conjunto de cementerios que se encuentran asociados al circo geológico de la media luna de Deir el-Bahari y su montaña (el-Qurn – "el cuerno") constituye una de las necrópolis más imponentes del periodo faraónico. Desde la orilla oeste del Nilo, este conjunto se alineaba con las construcciones más tempranas dedicadas en la ciudad de Tebas al dios Amón de Karnak, lo que también vino a definir el carácter de este territorio como un centro religioso de asociación con la realeza y el dios, más allá de lo puramente escatológico. Con la construcción de su complejo funerario en esta zona, Nebhepetre Mentuhotep (II) mostró su intención de abandonar tradiciones anteriores, sobre todo las que habían vinculado a su familia con el-Tarif, y emprender un nuevo programa ideológico, artístico y religioso que se centraba en el fortalecimiento de la corona, la integración intelectual, cultural y artística al servicio del estado y la consolidación de la reunificación recién conseguida. Sin duda alguna, el triunfo político de su dinastía, la reactivación de la administración central y local y el prestigio adquirido como monarca reunificador del país hizo de su monumento (Akh-sut-Nebhepetre) un lugar de culto que inspiraría a las generaciones posteriores, como fue el caso de la reina-faraón Hatshepsut o de los numerosos oficiales del Reino Nuevo.

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La necrópolis conocida tradicionalmente como Deir el-Bahari integra varios cementerios, en algunos casos contemporáneos, cuyos monumentos podrían indicar la existencia de diversos estratos socioeconómicos y de prestigio en el territorio. De hecho, un simple vistazo a los complejos funerarios de los visires Dagi (TT 103, Asasif) e Ipi (TT 315, Deir el-Bahari), construidos a gran escala en las proximidades del complejo funerario de Mentuhotep II, demuestran gran diferencia con respecto a otros complejos de individuos menos prestigiosos o con cargos menos significativos, como el arquero Neferhotep (TT 316, Deir el-Bahari) y el supervisor del harén Djari (TT 366, Asasif). En cualquier caso, para el proyecto de la UAH es consecuente analizar la distribución de estos complejos, su datación y las principales características arquitectónicas y de cultura material que los definen. El estudio de los cementerios de finales de la Dinastía XI y de principios de la XII se convierte, por lo tanto, en tarea fundamental de la expedición UAH en Egipto y de estudio primordial para los diversos miembros de la misma, cada uno desde su propia perspectiva (antropológica, epigráfica, arqueológica, geológica, etc.).

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En los primeros años de reinado de Mentuhotep II, tras la ansiada reunificación, y probablemente también durante el reinado de sus dos sucesores homónimos, Mentuhotep III y IV, la construcción del complejo funerario del rey y el crecimiento asociado de la necrópolis debió verse regido por las relaciones en la corte de Tebas y el prestigio y servicio de cada uno de los que rodeaban al monarca. Visires, intendentes, cancilleres y tesoreros consiguieron situar sus monumentos de eternidad en los alrededores del complejo de Mentuhotep II. Las innovaciones arquitectónicas que fueron surgiendo, el estilo de los programas textuales y decorativos y la cultura material hallada en cada construcción nos permite distinguir, desde la época de los predecesores de Mentuhotep en el-Tarif hasta los oficiales que sirvieron a Amenemhat I antes del traslado de la capital a el-Lisht, una serie de sectores y un crecimiento paulatino de la necrópolis, que no dejó de enfatizar las relaciones del rey con Amón, la protección de la diosa Hathor en la necrópolis y el éxito alcanzado por los fieles servidores de la monarquía. Aunque la corte real se trasladó a Tebas a principios de la Dinastía XII, aún así se pueden atestiguar numerosos individuos que siguieron utilizando el cementerio de finales de la Dinastía XI como un lugar sagrado y de prestigio en el que conseguir alcanzar la eternidad bajo la atenta mirada del gran monarca Nebhepetre Mentuhotep.

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